Mi viaje del medio formato en cerámica a la joyería con porcelana

Decidir a qué dedicar tu vida no es nada fácil. Yo ahora lo tengo clarísimo, pero te aseguro que descubrirlo ha sido todo un viaje lleno de aprendizaje, tanto con otros maestros en escuelas de cerámica como por mí misma.

Estate pendiente de las señales y, cuando descubras qué quieres ser, pon todo tu esfuerzo en conseguirlo. Dedicación, pasión y ganas de investigar, descubrir y aprender son imprescindibles.

1. El principio de todo en una escuela de cerámica

Corría el año 2007 y yo estudiaba en la Escuela Francisco Alcántara. Trabajaba sobre todo escultura cerámica de mediano formato, planchas gordas y escultura de más de 60 cm, todo en arcilla refractaria albina o gres.

Antes de esmaltar a lo grande, hacía pruebas en pequeño formato con el barro que estaba utilizando en las esculturas.

Un día, enseñándole los resultados de las pruebas a Antonio San Juan, mi profesor de taller, me sugirió que esas mismas piezas podrían quedar muy bonitas en joyería.

2. El largo camino hasta diseñar joyería cerámica

Sin conocimientos en la materia, lo que hice fue comprar fornituras para pegarlas de manera sencilla a mis piezas. Mis primeras creaciones de joyería con cerámica eran de gres, una arcilla que les daba un aspecto rústico. Enseguida me vine arriba y empecé a venderlas en la escuela de cerámica; no sé cómo pero se vendían bastante bien.

En mi taller artesano seguía investigando nuevas formas para hacer esas pequeñas piezas de cerámica. Y aunque me gustaba mucho la escultura, la veía como un camino muy complicado si lo que tenía que hacer era presentarme a concursos y montar exposiciones.

«Trabajar en pequeño formato era menos costoso y mover los productos era más fácil.»

Me di cuenta también de que el gres daba un aspecto demasiado tosco y no me acababa de gustar. Así que, aprovechando que en el taller tenía porcelana que me había dado un profe de la escuela, empecé a hacer pruebas.

A día de hoy, por cómo he aprendido a hacer joyería con porcelana, puedo decir que soy autodidacta. En los cursos de la escuela de cerámica tocamos muy poquito este material, para cosas muy concretas y sin tiempo para investigar.

3. Mis primeros pasos en la joyería artesanal

Empecé haciendo pendientes y collares muy sencillos con bolitas blancas y negras, cuerdas, cordones, cuero, lino. Los vendía en la escuela de cerámica y entre amigos y familiares.

Después me animé, junto con una compañera de taller, a ir a ferias. Allí, vendiendo a gente anónima, tomaba nota de la reacción de los clientes.

Más tarde empecé a experimentar con pastas teñidas. Añadía pigmentos cerámicos para conseguir porcelanas de colores; ¡no sé cuántas bolitas pude hacer en esa época!

En la misma escuela hice un Ciclo de Alfarería en el que conocí la magia del torno. Y fue en la última semana del curso, cuando toqué por primera vez el que es hoy mi material principal de trabajo: la porcelana.

«Notaba que la porcelana era otra arcilla, más fina a la hora de trabajar, muy compacta después de cocida, ligera y elegante.»

4. Un paso más: mis primeras colecciones de joyas

Mi gran punto de inflexión llegó en 2008, cuando estaba haciendo el curso intensivo de verano de Nuria Soley en la escuela de Ramón Fort

Hasta ese momento yo solo engarzaba con fornituras compradas o con textil, pero quería dar más personalidad a mis piezas de joyería con porcelana.

Con Nuria aprendí a trabajar el metal, cortar, soldar, dar acabados, manejar alicates y hacer mis propios enganches de pendientes. Este curso me dio la base para empezar a engarzar mis piezas de forma diferente.

Enseguida nacieron mis primeras piezas en plata, como el Anillo Círculo en 2009 y los pendientes Pendientes Luna, de ese mismo año.

Y lancé mi primera colección de anillos y pendientes de plata y porcelana “Colores en Porcelana”.

Iba a las ferias que estaban de moda en Madrid como el Nómada Market y La Boca del Lobo. La verdad es que me apuntaba a todo sin poner ningún filtro, no entendía de marketing ni de público objetivo.

Asistir a ferias me ayudó bastante a definir a mi público. También aprendí sobre la marcha cómo montar un estand, qué empaquetado puede ser el adecuado y a qué tipo de ferias no debía ir.

«Todo prueba y error, hasta llegar poco a poco a los aciertos.»

5. Avanzando a base de trabajo y dedicación

Yo seguía trabajando en el taller la pieza utilitaria; hacía vajillas y jarrones, pequeños platos decorativos, cajitas-joyero que también llevaba a las ferias, pero lo que más se vendía era la joyería de diseño. Así que seguí investigando para crear piezas más vinculadas a las tendencias.

Allá por 2010 las ferias se llenaban de “joyería romántica”; odié los camafeos con todas mis fuerzas, pero todo lo que llevaba cadenita con eslabones de oro viejo se vendía bien. De aquella época son la colección Banderines y también la colección Golondrinas, con la que empecé a utilizar el latón. Las golondrinas se vendieron como churros; hay clientas que aún tienen collares de esa época y en alguna tienda en Madrid todavía puedes encontrar algún colgante. .

En 2013 apareció la tendencia de lo geométrico y con ella una de mis colecciones clásicas:Vasarely, que es además mi primera colección con fotos profesionales. Hecha con latón y porcelana con calcas cerámicas, con ella comencé a trabajar con porcelana en monococción.

6. La meta: vivir por, con, de y para la joyería con porcelana

Me costó llegar a este punto, pero por fin sentía que el pequeño formato era a lo que me quería dedicar: había encontrado mi hueco en la cerámica.

Las dificultades fueron un buen aprendizaje. Y mi camino, lleno de cambios de dirección no siempre fáciles, me llevaron a descubrir que mi lenguaje era la joyería con porcelana. Y ahora puedo decir que estoy encantada con estar donde estoy y con ser la creadora, ceramista, diseñadora de joyas de cerámica que he llegado a ser.

«En cerámica, como en cualquier artesanía, la práctica es el mejor aprendizaje.»

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